lunes, 21 de mayo de 2012

"No tengo enemigos, no conozco el odio", de Liu Xiaobo

"Amor mío, por mucho tiempo que dure la prisión de los tiranos, un día la revuelta traerá la libertad. El tiempo para ser tu prisionero, por el contrario, es escaso, y es un tiempo que estoy dispuesto a cumplir." 

Liu Xiaobo dedicaba a su mujer el poema, del que sale la frase la anterior, desde su reclusión en un centro de "reeducación por el trabajo" en Dalian, en enero de 1997.

En esa fecha yo retornaba a China después de haber estado unos meses como becario de la Cámara de Comercio, para trabajar otra temporada en la Oficina Comercial de España.

Con 25 años que tenía entonces, debo reconocer que, aun siendo consciente de la situación política de China, estaba en otras cosas y no tenía ni idea de quien era Liu Xiaobo.

Viví unos meses en un apartamento en Jianguomenwai, no muy lejos de la plaza de Tiananmen, que había sido alcanzado por los disparos del ejército en la represión del 4 de junio de 1989. Liu Xiaobo era entonces un profesor de la universidad, que hacía huelga de hambre reclamando la reforma democrática del gobierno chino.

Desde el 89 el crecimiento económico chino ha permitido comprar el apoyo de buena parte de la población al gobierno del partido comunista, y creado en la opinión pública mundial una imagen de superpotencia creciente.

"No tengo enemigos, no conozco el odio" es una selección de escritos de Liu Xiaobo, que abordan variados aspectos de la China post-Tiananmen, tanto de la política, como de la economía y sobre todo de la sociedad. El título de la edición española está sacado de su alegato en el juicio por incitación a la subversión, que le supuso su condena a diez años de cárcel en el 2009. Liu recibió el Premio Nobel de la Paz en el 2010.

Pensaba ya en el 97 que la situación política del gobierno "comunista" chino era similar a la del franquismo en los 60 y 70; mientras que hubiese crecimiento económico después de una época de fuertes privaciones, habría una mayoría social acomodaticia con el régimen.

Liu hace una interesante relación con la situación de los regímenes comunistas de la Europa del Este, a partir de las reflexiones de Vaclav Havel. En su última etapa, la retórica oficial no era creída por los propios aparatos del régimen, que sin la represión de la época estalinista, mantenían meras fachadas, que se desmoronaron repentinamente para asombro de todos.

El "comunismo" en China es ya también sólo una especie de atrezzo en el que ni siquiera el aparato cree. El defenestrado Bo Xilai, adalid del ala supuestamente izquierdista del PCCh, reintroducía elementos folklóricos de la parafernalia maoísta, como las canciones revolucionarias, mientras que con su señora hacía negocios más que dudosos desviando beneficios al extranjero, y enviaba a su hijo a estudiar a Harvard.

Decía Mao que todos los reaccionarios eran tigres de papel, pero hoy creo que China es el gran tigre de papel, con gravísimos problemas internos imposibles de resolver sin profundos cambios políticos, que no serán fáciles de gestionar.

Liu es también consciente de que el modelo occidental, o capitalista, si se quiere, no es tampoco la panacea, ni la solución de los problemas de la humanidad, sino sólo un paso en el camino.