lunes, 7 de diciembre de 2009

El crash de 1929, de John Kenneth Galbraith

"El boom inmobiliario español contenía todos los elementos de la clásica burbuja especulativa. Había el indispensable elemento de sustancia. España tenía un mejor clima que Alemania, Inglaterra o Suecia. Los ingresos más altos y los vuelos de bajo coste la hacían cada vez más accesible desde cualquier lugar del helado norte. [...]

Sobre ese indispensable elemento de verdad, hombres y mujeres construyeron un mundo de especulación basada en aquello que querían creer. Este mundo estaba habitado no por gente que tenía que ser convencida para que creyese, sino por gente que quería una excusa para creer. En el caso de España, querían creer que toda la costa sería pronto poblada por los veraneantes, jubilados y adoradores del sol de una nueva e indolente era.

Tan grande sería la afluencia que cualquier tipo de terreno tendría valor. El clima de España obviamente no garantizaba que esto ocurriese. Pero sí le permitía creerlo a la gente que quería creer que así sucedería."

No, Galbraith no escribió, que yo sepa, sobre la burbuja inmobiliaria española de los últimos años. Pero no tendría que esforzarse mucho. Le bastaría copiar los párrafos anteriores, como he hecho yo, de su clásico de 1954 "El crash de 1929", y cambiar Florida por España, Nueva York, Chicago y Minneapolis, por Alemania, Inglaterra y Suecia, y añadir la referencia a los vuelos de bajo coste, para darle un toque actual.

En el prólogo de la edición de 1975, Gabraith recordaba la necesidad de mantener viva la memoria de la mayor burbuja especulativa de los tiempos modernos para evitar su repetición. Desgraciadamente los economistas como Gabraith, que habían vivido el crash y sus consecuencias, y que habían participado en el esfuerzo para recomponer la situación, estaban ya pasados de moda.

Desde principios de los 80, la desregulación de las entidades financieras liberó a éstas de los corsés y controles que se habían impuesto en los años 30 con el fin de evitar excesos especulativos basados en el crédito. Las lecciones del 29 ya se habían olvidado, porque como Galbraith decía en 1975, no es la regulación ni la mejora de la moral o la educación de particulares, empresarios, y banqueros, la que previene estos estallidos recurrentes, sino el recuerdo de como en alguna ocasión pasada, la ilusión reemplazó a la realidad y la gente acabó "cayendo de la burra".

Desde entonces no es que no haya habido avisos de lo que podía pasar, recordemos a Krugman y su "El retorno a la economía de la depresión" publicado en 1997 , pero la memoria falló y la "sabiduría convencional" (otra expresión acuñada por Galbraith) volvió a proclamar que vivíamos en un nuevo mundo desconocido por los antiguos, de feliz y próspero crecimiento continuo. En 1929 un gran economista de la época, Irving Fisher, afirmaba que las cotizaciones bursátiles habían alcanzado un nivel de precios de "llanura permanentemente alta". Aquí en el 2006 se hablaba de "aterrizaje suave".

Afortunadamente algo sí se aprendió del 29, y las medidas tomadas por gobiernos y bancos centrales a finales del 2008 y 2009, han sido las opuestas de lo que se hizo a principios de los años 30. Que el actual presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Ben Bernanke, fuese conocido en ámbitos académicos como investigador de la Gran Depresión, no parece casualidad.

Además del interés que tiene el libro por los parecidos y diferencias entre la crisis del 29 y la actual, este libro de Galbraith, al igual que "El dinero", debería formar parte de las lecturas recomendadas en el instituto, no sólo por lo que dice sino también por cómo lo cuenta, por su relato ágil y a veces sarcástico, que por momentos atrapa como si se tratase de una novela de intriga.